domingo, 29 de marzo de 2009

Ensayo sobre el poder

“Cuando yo uso una palabra, dijo Humpty Dumpty en un tono completamente desdeñoso,
esa palabra significa lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.”
Lewis Carroll, en Alicia a través del espejo

Se olvidan voluntariamente ciertas cosas del pasado, se las arroja de la mente con intención: se tiene el deseo de ver la imagen que refleja nuestro pasado, engañarnos a nosotros mismos y adularnos ─ todos trabajamos sin cesar en este engaño de nosotros mismos ─ me parece que los que ocultan algo a sí mismos y los que en su totalidad se ocultan a sí mismos también, es irreductiblemente la necesidad de no conocer el origen: la conspiración, todo poder es una conspiración permanente contra el más débil. El poder no es una cosa que uno tiene, sino que hace creer que tiene, por esa razón se le vincula con ideas, creencias y valores.
El poder siempre se produce en una situación aparentemente de desigualdad, el origen del poder se basa precisamente en el tipo de relación del que emana, en el que unos mandan y otros obedecen, se le confunde con fuerza, violencia, manipulación o con los recursos que giran alrededor de éste (dinero, riqueza, fama), pero éstos no son la esencia del poder mismo, sino son la esfera del poder, es decir la esfera de actividades a la cual el poder se refiere.
El poder es un valor, es por sí mismo un fin, es un valor de la política y de las personalidades políticas, pero también es un resultado de las condiciones sociales, económicas y políticas, tanto como una resultante de factores propios de las personalidades, en consecuencia, los conceptos de “poder”, fuerza, violencia varían de nación a nación, en cuanto las actitudes que hacia ellos se desarrollan lo hacen a través de variadas experiencias políticas y sociales. El poder es un fenómeno esquivo sin lugar a dudas.
Cuanto más despersonalizada y global es la naturaleza del poder dominador, mayor sensación de impotencia producirá en quienes son dominados, cuando estamos impotentes nos sentimos abatidos. Casi nadie quiere tener menos poder; todo el mundo quiere más. Pero hoy es peligroso parecer demasiado ávido de poder, decir abiertamente lo que se va a hacer para obtenerlo. Tenemos que parecer justos y decentes, así que necesitamos ser sutiles, agradables pero astutos, democráticos pero arteros. El poder requiere capacidad para jugar con las apariencias, el poder no es amoral, el poder tiene su propia lógica de la moral. El poder es un juego, los jugadores no se juzgan por sus intenciones sino por sus acciones. En ningún otro aspecto de la existencia humana se halla la vanidad sometida a tanto riesgo, la ambición es la ilusión del poder, el amor al poder su realización.

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